En la revista Trilce de Chile
Entrevista a Mario Bojórquez por Omar Lara
A Mario Bojórquez (México, 1968) se le considera uno de los poetas más prestigiosos e influyentes de la actual poesía mexicana. Obtuvo recientemente el premio de Poesía Aguascalientes, galardón de los más significativos que se concede en ese país. Por su activa y fuerte presencia en la escena literaria, por su vinculación estrecha con los creadores emergentes y por su ascedente presencia en el panorama de la poesía hispanoamericana, Trilce le propuso el temario que presentamos a continuación.
1. Mario, tu reciente libro de poesía, Pretzels, se sitúa en una serie ya rica de creación poética. ¿Cómo ves tú la relación entre este libro y tu poesía anterior? ¿Es un camino nuevo, continuidad o profundización de tus colecciones previas?
Desde mi primer libro Pájaros Sueltos, existe una preocupación fundamental por un discurso poético que trata de recuperar el tema de la imperfección del alma, es decir, que el hombre busca afanosamente completar su deseo sin conseguirlo, en las cosas más nimias y aun en aquellas que definen su espíritu; y también desde ese primer libro hay dos maneras de acotar el tema, por una parte la recuperación de la tradición hispánica hasta sus últimas consecuencias, donde las formas tradicionales de la poesía son un elemento sustancial de la expresión, lo mismo podrás encontrar ahí un soneto que combinaciones métricas diversas; pero de igual modo encontrarás distintas maneras de exploración del lenguaje, ya desde el punto de vista eminentemente lingüístico, hasta progresiones retóricas evidentes; creo que existe un repudio impensado hacia las formas más prestigiosas de la expresión poética, se piensa, creo yo, equivocadamente, que la vanguardia es el único refugio de la literatura actual, pero me permito recordar que las vanguardias son un asunto ya pasado de moda, que el futuro cantado en las vanguardias ha pasado ya y que vivimos un tiempo nuevo y que tiene una velocidad que debe ser entendida: los procesos industriales y de comercialización global, el mundo paralelo de la cibernética con sus placeres virtuales, la entronización de las migraciones con los sub-productos de insaculación metalingüística, el dinero de plástico y un capitalismo degradado que nos hace más una estadística que personas reales; pienso que existen mitos acerca de lo que debe ser el gusto de la época, cuando desde la provisional preceptiva moderna se te impone la casi sagrada obligación de establecer el sujeto poético la respuesta será:
Pero cómo decirme, decirte, decirles
que tengo, tienes, tienen, los ojos entornados
si al final de los ojos, guardo, guardas, guardan
la almendra de los días y los rotos veranos
Pero como callarme, callarte, callarles
Estos silencios suyos, tuyos, míos
Si en mis, tus, sus ojos hay palomas azules
sobres campos de sangre, que yo, tú, ellos
miran, miras, miro
2. Por conversaciones incidentales contigo (incluso relativas a la poesía popular), me he dado cuenta que te preocupas y te interesas fuertemente en los aspectos métricos y en las implicaciones retóricas de la poesía. ¿Por qué? ¿Cuál es la importancia que le atribuyes a estas dimensiones del hacer poético que, en general, son poco usuales entre tus hermanos de profesión?
Yo no creo que sean poco usuales, creo que se trata en lo posible de ocultar esos procedimientos como si fuera un rasgo de flaqueza; en tu país, dos personajes simbólicos construyen primordialmente su trabajo a partir de estas ‘implicaciones’ ¿Hay algo menos evidente en Nicanor Parra o en Gonzalo Rojas que la utilización de una retórica, decantada y clásica? Y sin embargo decimos que son modernos en su expresión, si seguimos con atención el verso libre de Neruda, veremos que debajo subyace el uso de sonoridades métricas bien definidas como el endecasílabo o el alejandrino, es decir, Rubén Darío reloaded. ¿Y qué con Vallejo? Igualmente usos retóricos, más elaborados que en Neruda, pero de la misma raíz. En México existe una actitud sacramental hacia la tradición en materia poética, poemas que entendemos como eminentemente modernos, Muerte sin fin de José Gorostiza, por ejemplo, que está escrito en la forma tradicional de silva como la estableció don Andrés Bello o Piedra de sol de Octavio Paz, un largo aliento de quinientos y más endecasílabos, nos están dando la ruta de lo que en poesía mexicana vamos a desarrollar como tradición y ruptura, nuestro poeta de vanguardia, Manuel Maples Arce, escribe indefectiblemente en alejandrino, yo respondo a esas coordenadas. Cuando se levanta el edificio de lo que se ha llamado el Neobarroco, el inventor de la palabra, Severo Sarduy, nos lo da en metros impecables, cuando leemos en Carlos German Belli, su Hada cibernética y Bolo alimenticio, lo hacemos en metros indiscutiblemente españoles. En cada elaboración pretendidamente moderna yo leo elementos prosódicos de la más rancia crepusculalla.
3. Luego de tu lectura en el Encuentro de Villahermosa coincidíamos con el crítico Jaime Concha en el esfuerzo que hacías por marcar énfasis, acentos, modulaciones en algunos de los versos, sobre todo los estribillos o motivos dominantes (en el poema sobre el odio, por ejemplo). ¿Es solo una práctica de tu modo de dicción poética, de la recitación o algo deliberado en tu idea del ser del poema?
La poesía en los tiempos que vivimos tiene su vehículo en la letra impresa, hacer una lectura de poemas constituye un rasgo de escenificación para la que los poetas, por lo general, no estamos capacitados; es esencialmente un recurso que proviene de la oratoria y entre nosotros de la declamación en la escuela primaria, no recuerdo, por otra parte, a un solo poeta que no cometa estas evoluciones, en mayor o menor medida, en sus presentaciones públicas. Estoy, además, terminantemente en desacuerdo que un poeta que no sepa leer medianamente bien, tome la palabra en actos públicos, pues mucho debemos a éstos el desprecio de los lectores modernos. Nada aburre más en la vida, que una mala lectura, el sonsonete vacuo de emoción con que nos regalan algunos colegas, son la peste que reproduce bostezos y aún ronquidos en cualquier sala. Finalmente pienso, que dicción perfecta equivale a sintaxis perfecta, sonido y significado son los dos valores que marcan el signo lingüístico desde Saussure y en el caso del poeta estos valores son los que dan la mayor relevancia a su trabajo.
4. Tu poesía –hasta donde conozco- recorre varios espacios del mundo mexicano (Tijuana, etc.) y del país del norte. ¿Cómo integras en tu poesía estas geografías diversas? ¿Son parte de un movimiento centrífugo? Dime tu autopercepción de esta pluralidad de entornos y de su función en tu vivencia como poeta.
Se escribe para dejar memoria de lo vivido, los viajes que aparecen en mi trabajo, las ciudades, las regiones, tratan de ser testimonio de la maravilla que me causa lo nuevo, lo recién recorrido, el poeta siempre está alerta de su entorno, observa con atención el mundo que lo circunda, en Pretzels se trata de la hermosa ciudad de Nueva York y llega hasta diversos pueblos de New Jersey y aún a Pennsylvania, en viajes recientes pude completar mi recorrido por Washington DC, Virginia y Maryland; creo que Pretzels es una guía espiritual que no pretende ser la postal, están ahí diversos escenarios de esa región pero no quieren ser una fotografía, quieren más bien reproducir estados de ánimo, conexiones anímicas con los espacios, la lengua, las costumbres; en otros momentos de mi obra aparecen los bosques de Portugal y Galicia, sus ríos y también esas lenguas que en otro tiempo fueron una sola. Muchas veces el viaje es también un itinerario de la poesía, viajar por la región más occidental de Europa me hizo recobrar la tradición galaico-portuguesa que resulta fundamental para mi conocimiento de la poesía hispánica, Alfonso X, el sabio, escribió toda su poesía en esa lengua siendo rey de Castilla y de León; mi viaje por el Rosellón francés y Cataluña me permitió conocer de cerca la tradición provenzal.
5. Desde lejos –o, más bien, desde fuera- de México se divisan muchas líneas y actitudes ante la poesía, tantas, que es difícil categorizarlas debidamente. ¿Cómo caracterizarías tu propia posición en el cuadro o paisaje de la poesía mexicana? Indica algunas coordenadas que permitan situarte (estética, generacional, ideológica, etc.)
En México hay dos posiciones muy definidas al respecto del ejercicio poético, a una se le ha vinculado con las llamadas vanguardias latinoamericanas, el crítico uruguayo Eduardo Milán ha tratado de promover esta relación, esta opción mira con desequilibrado gusto la poesía de la dificultad, y tiene en la literatura mexicana referentes importantes en la prosa de autores de Jalisco: Juan Rulfo, Agustín Yánez y Juan José Arreola; y otra más que trata de recuperar el legado de la generación posterior a Contemporáneos, donde tres nombres fundamentales son el signo de distinción: Alí Chumacero, Rubén Bonifaz Nuño y Eduardo Lizalde, yo me sumo a ésta, creo en la tradición lírica de mi país, no descuido que el español mexicano es el más extendido del orbe y que cuánto sucede en la poesía de mi tierra tiene una repercusión en el continente de la lengua, creo pues en la tradición y en el desarrollo de estéticas que ahora mismo están germinando y que seguramente muy pronto encontrarán caminos adecuados de divulgación, estás, sin duda, darán cuenta de lo que apuntábamos arriba: los procesos industriales y de comercialización global, el mundo paralelo de la cibernética con sus placeres virtuales, la entronización de las migraciones con los sub-productos de insaculación metalingüística, el dinero de plástico y un capitalismo degradado que nos hace más una estadística que personas reales. Cuáles serán sus características más peculiares, no lo sé, pero creo que incluirán, una nueva velocidad léxica, la exploración de un lenguaje desde derroteros metalingüísticos, la utilización de diversas lenguas multimodales y una elaboración cada vez más compleja del légamo sintáctico. Es por eso que debemos conocer, sin deficiencias, el complejo sistema de versificación castellana y sobre todo, el lenguaje figurado y sus posibilidades infinitas.
6. Por último, la pregunta de cajón y de rigor: ¿quiénes son los poetas que más lees? ¿Hay alguien, o algunos, que hayan orientado y guiado creadoramente tu voz? ¿Qué lecturas extrapoéticas realizas o te gusta cultivar?
Fernando Pessoa y sus autores me han marcado especialmente, sobre todo Álvaro de Campos, y desde la prosa Bernardo Soares, he aprendido portugués para leerlo en su lengua original, de todos el que menos me emociona es el propio Fernando Pessoa, su poesía demasiado mística me produce poco interés, pero esta crítica de Álvaro a los valores más conspicuos de la moral europea de principios del siglo pasado, su ácida actitud hacia sí mismo, su intolerable pasión por lo nuevo, por lo extraño, por lo inaceptable; en Alberto Caeiro su inocencia, su materialidad blasfema, su objetivada naturaleza; en Ricardo Reis, su pulido clasicismo, su paganismo desencantado, su expresión justa. En estos tiempos me he divertido mucho traduciendo a sus autores menos conocidos, Maria José, la jorobada que escribe una Carta de amor al cerrajero, Vicente Guedes y su Diario Lúcido, el Barón de Teive y la Educación del Estoico. Mis lecturas extrapoéticas están enfocadas al aprendizaje de las lenguas, ahora, por ejemplo, me emociona mucho el japonés.
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