Dame, Señor, piedad para mí mismo
Y que mi obra te responda.
Francisco Cervantes
I
Con la pesada llaga ya sin cuerda en el cuello
Con el dogal vacío y la enhiesta pesadumbre que no implora ya más
Que no tunde ya el hueso carcomido, ni la visión postrera
Aquí cerca del junto
Me pongo a recordar muelles del aire donde atracó la sombra de otro tiempo
Me pongo a recordar y digo
Siete palabras sin brillo de cosecha para tu cruel memoria
Que allende el río
Donde la ciudad reposa con luciente escafandra
Donde soñé algún día volver para quedarme
Se van desvaneciendo los deseos
Y de mí sólo queda una vaga sustancia que no me nombra ya
Que no contiene todo el vigor, la lumbre de otro tiempo encendido.
II
Campo de cebollas
Para tu triste deambular
Con la brisa bordeando
Su hoja espiritual
En el surco de llamas
Abriéndose
En la hendidura de la tierra
Con su fruto amargo
Su corazón de aire
En el cielo apretado
Su puño de miserias
Decantado licor
De almendras amarillas
III
Te acercas
A los patios
De las primeras casas
El ruido
De tus trastos
Altera los ladridos
Pareces
Una sombra
Que se mueve
En el aire
IV
Regresarás del llanto en la postrera cumbre
Tu oído sensitivo desliará el soplo de flautas
Que te anuncian con cara deslavada
Por el fútil contacto de fluidos
Tu mano trémula se aferrará al báculo torpe
Como las hierbas huérfanas al borde del abismo
V
Qué desmedrada
Encía
Para tus cuatro dientes
Qué espalda
Que encorvada
Ya no distingue
El peso de lápidas atroces
Qué desolada
Respiración
Te pone en pie
VI
Te quedaste sin tierra
Dispersa partícula de polvo
Te quedaste en el irte
El ir te dio tu casa
Labró tu sombra
Puso en el patio
Tu maceta de lirios congelados
Pero en el ir también
Quedaron los deseos
Plantados a orillas del camino
Arboleda de natas
Para tu pie ligero
VII
Sólo nombraste el bosque que te vistió de niño
Su alegre arboladura
Su tenebra de musgo
Por eso es que volver
Regresar en el soplo ardiente
En la escama de vidrio de tus ojos
No puede ya salvarte
No entregarás tu espada capitán abatido
No te dará un pañuelo esa mano
No limpiarás tus lágrimas
Oyes llamando el grito del cabrero
El cencerro espigando el aire de la tarde
El hato que congrega el pasado a la vera
VIII
Aquellos tus amigos
Extenderán sus manos
Como quien tiende un recibo por cobrar
Una minuta detallada de todas tus traiciones
Pero nunca sabrán
Que tú has pagado ya las deudas
Que no hay nada que valgas
Ni siquiera el resuello que te mantiene erguido
IX
Ninguno podrá jamás decir de ti
Tuve su mano franca junto a la mía estrechando el deseo
Haciendo de una fuerza común un compartido sueño
Si alguien te vio no supo nunca el color de tus ojos
La vena matriz de tu corazón
Apenas diste un paso para retroceder
Y un gesto que acusaba bondad se congeló en tu boca
Y de tu lengua sólo saltó un desflorado ramo de pétalos insomnes
Que dejaba al oído siempre un olor
Pero nunca una palabra clara
X
Por eso hoy que regresas
Ya nadie reconoce tu rostro entre las piedras
Nadie un saludo un gesto que te confirme el pecho
La memoria de un sol para la cara fresca
Tus manos distraídas en el fulgor del bronce
Nada a tu paso es hierba de oro para la necesaria infusión de tu recuerdo
Ni una resina un bálsamo para tu piel quemada por el sol de los trópicos
Ni siquiera la lumbre de tu propio pasado
XI
Porque dejan tus manos el cincel en el borde de antiguas limaduras
Tus manos que labraron tu boca para decir palabras donde el norte crecía
Nada
Ni un cabalgar de noche a lomos de la savia
Un continente errante en el pecho injertado
Un mínimo silencio que diga sí, adelante
Que te ponga los pies en la vereda conocida
Y tomes rumbo sin volver la mirada
Alegre al menos
De saber que te vas que ya te has ido
1 comment:
Tuve la fortuna de acudir a la presentación de El deseo postergado, en Mexicali; realmente me lamento de no haber conocido antes la poesía de Bojórquez, me conmovió realmente la desnudez con la que el poeta canta desde el alma, la sinceridad que hela los huesos y nos lleva inevitable e instantáneamente a vernos desde dentro, a ver esas espinas nuestras que ocultamos incluso a la pupila y al propio corazón, que pulverizan pétalos de cal en los labios; el agijón en la carne, la nostalgia que omnipresente nos habita por aquél sueño que abrazamos algún día y que se escurrió entre los dedos abriendo un vacío...Leerlo, para mi fue como observar un lienzo de esa voz que a toda hora murmura en mis oídos, como si se hubiese metido en mi mente para tomarle una foto, y sin retoque me la muestre en sus poemas, como dice el mismo poeta en su Casida del odio ..." Todos tenemos una partícula de odio..." y bien lo dice, creo que todos vivimos- conscientes de ello o evadiéndolo-, la angustia, la soledad...el dolor...
Incluso al pensar en la dicotomía en que el ser esta inciso, las dos vidas de las que habla Pessoa, la que tenemos y la que soñamos, esas dos partes que conforman al que somos separandamente del que queremos ser, en ese mismo ejercicio de soledad ante nuestros sueños proyectados a la eternidad, ese deseo postergado es el gérmen del desencanto de la vida, por la vida misma.
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