Monday, April 15, 2013

Cuartinas de Omar Khayyâm







1
Si de mí dependiera mi venida, nunca habría venido
y si depende de mí, cuándo es que me iré?
Mejor sería que hasta este templo en ruinas
Nunca hubiera venido, ni me habría ido, ni habría estado jamás.

2
Que sea de doscientos, trescientos o mil años tu vida
De tu viejo palacio serás fatalmente arrancado.
El sultán y el mendigo del bazar:
Cualquiera de los dos tendrán al final un solo valor.

3
Si con los amigos hemos reposado por todo una vida,
y si la alegría del mundo hemos disfrutado por todo una vida,
Al final deberemos separarnos. ¡Será un sueño todo aquello que hemos compartido por toda una vida!

4
En cada campo donde crecen los tulipanes, cualquier realce del rojo viene de la sangre de un rey.
Y cada pétalo de violeta que se eleva de la tierra,
es un lunar que se dibujó sobre la mejilla de una hermosa muchacha.

5
Sobre una piedra he roto ayer un ánfora de porcelana:
Estaba ebrio cuando cometí esa torpeza.
Y el ánfora ahora me dice con su mudo lenguaje:
"Yo fui como tú, aunque tú como yo serás".

6
Ayer vi un alfarero en el mercado:
En un pedazo de arcilla fieramente pisa amasando.
Y aquella arcilla le dice en su mudo lenguaje:
"En un tiempo fui como tú, trátame con cariño".

7
¿Hasta cuando serás un prisionero del color y del perfume?
¿Hasta cuando perseguirás todo lo horrible y lo bello?
Si fuente del Zamzam tú fueras, o Agua de Vida,
Al final serás hundido en el corazón de la tierra.

8
Al principio nos dieron la existencia:
Ninguna cosa nos ofrecieron aparte de los afanes de la vida.
Reticentes nos vamos y sin saber cuál era
el propósito de venir, ser y finalmente marcharse.

9
Del Eterno ni tú ni yo sabemos el Secreto
Y este enigma del mundo ni yo ni tú lo conocemos.
Nuestro encuentro fue cubierto por un velo
Cuando caiga el velo, ni tú ni yo permaneceremos.

10
Aquellos que fueron océanos de sabiduría y erudición
Y por tantas virtudes devinieron Lámparas
Ni un paso dieron más allá de esta noche oscura
contaron apenas fábulas y luego fueron vencidos por el Sueño.

11
Vagamos mucho por villas y ciudades.
Por muchos horizontes vagamos y vagamos:
Pero oímos que alguno volvió del camino.
Un camino que se recorre sin regreso.

12
Aquellos que ahora son viejos y estos que son jóvenes todavía
Uno por uno van persiguiendo su Venida.
Y este viejísimo mundo a ninguno permite permanecer eterno.
Vienen y van y otros vendrán y también se irán.

13
Cuando el follaje podemos de mi vida
Mis ramas serán esparcidas lejos unas de otras
Si de mi barro modelaran una jarra
Cólmenla de vino y volveré a la vida.

14
Me dicen: “Paraíso, hûrî, y Kauthar: que tendrán
Arroyos de vino, leche, azúcar y miel”.
Ofrece una copa en memoria de aquellos, ¡oh Copero!
Dinero en efectivo es mejor que promesa de pago.


15
Oh corazón, posee todas las cosas del mundo,
Comprende que todo es un delicioso jardín de verdura,
Y el rocío, goteando por la noche sobre aquella hierba,
Al surgir el alba se desvanece.
16
Con mi bella muchacha a la orilla de un río con vino y rosas,
En tanto se me conceda, haré una vida bella y estaré alegre.
Mientras que esté, estuve y estaré en este mundo
Bebí, bebo y beberé siempre del dulce vino.

17
Es mejor huir del estudio y de toda ciencia
Y colgarse de los rizos de una belleza.
Antes que el tiempo vierta tu sangre,
Es mejor que en la copa tú viertas la sangre de la jarra del vino.

18
Aquel que creó la tierra, la Rueda del destino y el cielo
Dispuso en el angustiado corazón afanes sin número,
También puso después sobre el tambor de la tierra y en este cofre de polvo
Muchos labios de rubí y rizos perfumados.

19
Ya que no están en nuestro poder la verdad y la certeza,
No se puede con dudosa esperanza aguardar toda la vida.
La palma de la mano nunca debe abandonar la copa de vino:
Lleno de ignorancia el hombre, ¿qué más le da ser sobrio o ebrio?

20
Una copa que la Mente encuentra perfecta
y en señal de amor cien besos le da en la frente.
Y este cruel Alfarero a tal copa gentil
primero la moldea y, después, contra el suelo la rompe.

21
Un pueblo se precipita soberbio en el orgullo.
Del lazo de la hûrî y de sus Castillos cae desconsolado.
Todo se vuelve claro cuando se retiran los velos:
De tu cima el final lejano era, ¡lejano, lejano!

22
De nuestro ir y venir, ¿cuál es el propósito?
de la urdimbre de nuestra esperanza ¿la trama cuál es?
En el incensario de la Rueda del Alma devota pureza ofrendo
hasta convertirla en tierra. ¿El humo a dónde va?

23
Del ánfora de aquel vino irreprochable
llena una copa y bébela, y dame otra a mí.
Antes que, Amada mía, dejando estos parajes
de mi polvo y el tuyo, mezcle moldeando unos vasos el Alfarero.

24
Un pueblo está inmerso en pensamientos de religión y fe,
Mientras un pequeño grupo perplejo vacila entre la duda y la certeza.
De pronto viene de la insidia un pregonero:
¡Ignorantes, no es aquel el camino, y no es este!

25
Paraíso ni Infierno alguno vio jamás, oh corazón,
salvo quien de aquellos mundos haya venido, oh corazón.
Nuestras esperanzas y temores respuesta son de Aquel
cuyo signo y nombre no son evidentes, oh corazón.

26
Antes que tú o que yo, ya existían la noche y el día
y la esfera celeste ya seguía su preciso curso.
Mientras dure el día, posa gentil tu andar sobre el polvo,
que la pupila de una bella muchacha ha sido antes.

27
Copero, llena tu cristalino vaso y el mío
con un remedio suave, fragante y luciente;
antes que en cenizas nuestro cuerpo se ofrezca en el mercado
bajo la forma de una copa o de una jarra.

28
Inesperadamente aparecerá en el lecho del firmamento
un irritado venerable que gritará a la reunida multitud:
“Oh, estúpidos, titubeantes entre la certeza y la incertidumbre
su camino no debe seguir ni a esta ni a aquella.”

29
¿Por qué muda en cenizas aquel cuerpo nuestro
que fue construido en sabiduría y armoniosa factura de miembros?
Tantas bellas imágenes de bellas muchachas del mundo
arden, y se convierten en tierra. ¿El humo a dónde va?

30
Porque no podemos hacer más larga o más corta la vida
es inútil afligir el corazón con lo “mucho” y con lo “poco”
No podemos moldear nuestro destino
como si fuese tierna cera o como nuestro ánimo querría.

31
Mira el loco girar de esta cúpula azul,
mira el mundo de fieles amigos tan vacío.
Mientras puedas saborear este instante preciso,
mira el día presente y no busques más el ayer ni el mañana.

Omar Khayyâm
Quartine
traducción del farsi al italiano Hafez Hajdar
sobre la versión de Mohhamad' Alî Forughî
La traducción al español, Mario Bojórquez






[Paciencia es la virtud más alta]

Catulo, carmen XXXVII, traducción de Rubén Bonifaz Nuño:





Salaz tienda y vosotros, contubernales,
de los hermanos con píleo al pilar nono:
¿juzgáis que tenéis vergas vosotros solos;
que, con cuanto hay de niñas, sólo os es lícito
fornicar, y juzgar a los otros, chivos?
O, porque de continuo os sentáis, insulsos
cien o doscientos, ¿juzgáis que no osaría
dar de mamar a los doscientos sentados
juntos? Juzgadlo; pues de toda la tienda
os inscribiré el frente con porquerías.
Pues que mi niña, la que huyó de mi seno,
amada tanto cual nadie será amada,
por quien yo he combatido tan grandes guerras,
se sentó aquí. A ella, buenos y ricos,
todos la amáis, y en verdad, lo que es indigno,
todos chiquitos, callejeros adúlteros;
tú sobre todos, uno entre melenudos,
hijo de Celtiberia la conejera,
Egnacio, a quien la espesa barba hace bueno,
y el diente, con ibera orina frotado.



[Paciencia es la virtud más alta]

Catulo, carmen XXXVII



Catulo, carmen XXXVII

Salax taberna uosque contubernales,
a pilleatis nona fratribus pila,
solis putatis esse mentulas uobis,
solis licere, quidquid est puellarum,
confutuere et putare ceteros hircos?
An, continenter quod sedetis insulsi
centum an ducenti, non putatis ausurum
me una ducentos irrumare sessores?
Atqui putate: namque totius uobis
frontem tabernae sopionibus scribam.
Puella nam mei, quae meo sinu fugit,
amata tantum quantum amabitur nulla,
pro qua mihi sunt magna bella pugnata,
consedit istic. Hanc boni beatique
omnes amatis, et quidem, quod indignumst
omnes pusilli et semitarii moechi;
tu praeter omnes une de capillatis,
cuniculosae Celtiberiae fili,
Egnati, opaca quem bonum facit barba
et dens Hibera defricatus urina.


[Paciencia es la virtud más alta]

CATULO, Carmina XXXIX, Traducción de Rubén Bonifaz Nuño:



Egnacio, porque cándidos dientes tienes,
ríe siempre y en todo. Si llega al banco
del reo, cuando el llanto excita quien habla,
él ríe. Si en la hoguera del hijo pío
lloran, cuando la madre huérfana al único
llora, él ríe; lo que sea, doquier se encuentre,
haga lo que haga, ríe; tiene este morbo
ni elegante, según yo pienso, ni urbano.
Por eso, buen Egnacio, debo enseñarte.
Si urbano fueras o sabino o de Tíbur,
o un umbro parco o un etrusco gordísimo
o lanuvino negro y de grandes dientes,
o traspadano, por tocar a los míos,
o quienquiera que, limpio, los dientes lávase,
no quisiera que rieras siempre y en todo;
pues nada hay más inepto que inepta risa.
Más celtíbero eres; en esa tierra,
cada quien suele, con aquello que mea,
frotarse, al alba, el diente y la roja encía;
así, más este diente vuestro pulido
está, más muestra que bebiste de orina.



[Paciencia es la virtud más alta]

Sunday, April 14, 2013

Catulo, Carmina XXXIX



Egnatius, quod candidos habet dentes,
renidet usque quaque. Si ad rei ventum est
subsellium, cum orator excitat fletum,
renidet ille; si ad pii rogum fili
lugetur, orba cum flet unicum mater,
renidet ille. Quidquid est, ubicumque est,
quodcumque agit, renidet: hunc habet morbum,
neque elegantem, ut arbitror, neque urbanum.
Quare monendum est te mihi, bone Egnati.
Si urbanus esses aut Sabinus aut Tiburs
aut pinguis Vmber aut obesus Etruscus
aut Lanuvinus ater atque dentatus
aut Transpadanus, ut meos quoque attingam,
aut quilubet, qui puriter lavit dentes,
tamen renidere usque quaque te nollem:
nam risu inepto res ineptior nulla est.
Nunc Celtiber es: Celtiberia in terra,
quod quisque minxit, hoc sibi solet mane
dentem atque russam defricare gingivam,
ut quo iste vester expolitior dens est,
hoc te amplius bibisse praedicet loti.




[Paciencia es la virtud más alta]

El tigre en la casa de Eduardo Lizalde en españa por Valparaíso Ediciones



Aparece en España bajo el sello de Valparaíso Ediciones El tigre en la casa de Eduardo Lizalde, aquí mi prólogo a este clásico de la lengua española actual:

Eduardo Lizalde y la poesía del resentimiento
Cuando leemos un poema estamos leyendo toda la poesía universal, este trabajo en colaboración, implica al idioma y a la experiencia vital del hombre sobre la tierra. Cuando leemos a un poeta, leemos también a aquellos otros que dieron testimonio de su vida y aún más, los poemas que aún no han sido escritos por autores que aún no nacen. En la poesía de Eduardo Lizalde encontramos rasgos inequívocos de la obra del poeta mexicano Ramón López Velarde, esta influencia ha sido analizada y comentada por la crítica a partir de la publicación de El tigre en la casa y confirmada en Caza Mayor, La zorra enferma y otros libros. La figura del tigre se ha dicho, le ha llegado a Borges por William Blake y a Lizalde por Rubén Darío, esto puede ser cierto, de Jorge Luis Borges sabemos su gusto por el trocaico tigre que “en las selvas de la noche es un brillo ardiente” y en Lizalde recordamos su diálogo con Darío en “las fieras se acarician, Rubén, / bajo las vastas selvas primitivas” que nos remiten al poema Estival, sin embargo, nosotros creemos que es del texto Obra maestra de Ramón López Velarde, que viene su final filiación. Vicente Quirarte ha apuntado a principios de la década de los noventas: “El tigre es el gran mendigo cósmico, el solterón lopezvelardeano, el de la inaudita belleza que atrae y que repugna” y en otro momento Ramón Xirau se refiere así a El tigre en la casa: “Nace, ahora cercana a López Velarde —nuevamente punto de partida— “la amada”, pero surge en el “resentimiento” —¿se trata de un re-sentimiento, un nuevo sentir?”. Sí, nos parece que se trata de un nuevo sentir, pensamos que la poesía de Eduardo Lizalde ha renovado el discurso amoroso en la poesía española contemporánea, ha logrado inyectarle esa fiereza que viene de Obra maestra, esa desesperación que en el vértigo se abisma, ese girar sobre el signo del infinito. Desesperado, furioso, colérico, conocedor de la potencia que la naturaleza ha dispuesto en su semilla, pero al mismo tiempo excedido por no lograr la perfección, la indigencia espiritual que en racimos de ira, de odio en peso, en vilo, lacera las paredes del alma, injerta garras de amargo y dorado odio. Ya la perra enorme ha dado al dogo fiel, vástagos de puerca en El tigre en la casa, en Caza Mayor la tigra destruirá a la camada y compartirá, con el tigre real, el amo, el sol, el solo, el soltero las tiernas carnes del filicidio. En López Velarde leemos “El tigre medirá un metro. Su jaula tendrá algo más de un metro cuadrado. La fiera no se da punto de reposo. Judío errante sobre sí mismo, describe el signo del infinito con tan maquinal fatalidad, que su cola, a fuerza de golpear contra los barrotes, sangra de un solo sitio. El soltero es el tigre que escribe ochos en el piso de la soledad”. He aquí retratada la fiereza del tigre de Eduardo Lizalde, su descarnada furia, que destruye porque la piedad no es un atributo de la belleza, aquí su maquinal fatalidad, su engrasada maquinaria de odio y de placer rencoroso, aquí el retrato del tigre-soltero: “El tigre en celo, es como un pozo de semen, como un brazo de río; más de cincuenta veces en un día, copula y se descarga largamente en la hembra, como un cielo extendido en éxtasis perpetuo, una tormenta de erecciones.”
Un poeta romántico mexicano casi desconocido para las nuevas generaciones, un autor digamos de culto, es quizá, una de las fuentes del lenguaje injuriante en la poesía mexicana. Muchos poetas nuestros han establecido una suerte de diálogo con la obra de Antonio Plaza, pero será sin duda, el poeta Eduardo Lizalde quien mejor reflejará esta influencia literaria, su libro El tigre en la casa, conserva rasgos definitivos de la escritura de A una ramera, el tema de la amada como el ser más vil y vicioso: en Plaza, la ramera, en Lizalde, la perra: “La perra más inmunda /Es noble lirio junto a ella / Se vendería por cinco tlacos a un caimán / Es prostituta vil, artera zorra / Y ya tenía podrida el alma a los cuatro años. / Pero su peor defecto es otro: / Soy para ella el último de los hombres.”
Mientras que en Antonio Plaza reconocemos la devoción del amor por un ser manchado en el desprecio social, en Eduardo Lizalde esta visión se ha modernizado, incide en el destino de un hombre que ha tenido que sutilizar su amorosa entrega a alguien por quien él mismo siente ese desprecio: “¡Ámame tú también! seré tu esclavo, / tu pobre perro que doquier te siga. / Seré feliz si con mi sangre lavo / tu huella, aunque al seguirte me persiga / ridículo y deshonra; al cabo, al cabo, / nada me importa lo que el mundo diga. / Nada me importa tu manchada historia / si a través de tus ojos veo la gloria.”
En sus poemas “Lamentación por una perra” y “La ciudad ha perdido su Beatriz”, Eduardo Lizalde consigue ir más allá en el uso violento del lenguaje con expresiones que causan pasmo en el sorprendido lector: “También la pobre puta sueña. / La más infame y sucia / y rota y necia y torpe, / hinchada, renga y sorda puta, / sueña.” Con expresiones de amargo y ácido desencanto va colocando el repertorio de injurias “despreciable perra”, “cloaca ambulante” “perra innoble” “perra sin límites” “perra impune” y aún las prostitutas al lado de esa “perra” se ven como decentes señoritas: “¡Grandes hetairas, / qué pequeñas sois junto a ella! / qué despreciables, / qué puras.” En tanto que Antonio Plaza se logra una mezcla agridulce de injurias y devoción enferma evidenciado en el uso del contraste, tal como en Petrarca reconocemos el tema de los contrarios en el amor con su Pace non trovo…, donde a cada proposición positiva en el discurso se alterna una proposición negativa en sus valores más eminentemente morales: “Mujer preciosa para el bien nacida, / Mujer preciosa por mi mal hallada, / Perla del solio del Señor caída / Y en albañal inmundo sepultada; / Cándida rosa en el Edén crecida / Y por manos infames deshojada; / Cisne de cuello alabastrino y blando / En indecente bacanal cantando.”
Una de las figuras plásticas más impresionantes en la obra de Eduardo Lizalde, es la de la mutilación y el desgarramiento, en el poema 3, del Retrato hablado de la fiera, dice: “que el amor era una fiera lentísima: / mordía con sus colmillos de azúcar/ y endulzaba el muñón al desprender el brazo”, y en el poema Bellísima de La zorra enferma afirma: “Si fuera usted un poco menos bella / si tuviera un defecto en algún sitio / un dedo mutilado y evidente.” Y más adelante insiste: “Y desespera comprender / que aun la mutilación la haría más bella/ como a ciertas estatuas.” La referencia mexicana a este uso poético donde se unen belleza y mutilación la podemos encontrar en un hermoso poema, Delicta Carnis de Amado Nervo, donde el poeta nayarita se duele en oración por su alma que se pierde entre los tormentos de la pasión carnal, rechaza a la Afrodita impura para alcanzar el sosiego de los justos, pero en sueños temibles, la Venus de Milo lo persigue y desea: “Y no encuentro esperanza, ni refugio ni asilo, / y en mis noches, pobladas de febriles quimeras, / me persigue la imagen de la Venus de Milo, / con sus lácteos muñones, con su rostro tranquilo / y las combas triunfales de sus amplias caderas.”
Cuando leemos un poema, leemos también de nuevo al hombre en su simpleza, en la modesta convencionalidad no heroica de sus ínfimos actos, leemos en ese verso la misma pulsión que gobernó el latido del aeda, y leemos al poeta futuro, aquel que volverá a cantar con nuevos acentos las melodías antiguas. Cuando nos acercamos a la obra de un poeta verdadero, como Eduardo Lizalde, nos acercamos a la historia del alma humana.

Mario Bojórquez

De venta en línea a través de este link y en todas las librerías de España


[Paciencia es la virtud más alta]

Tuesday, April 09, 2013

Síguenos en tumblr.com

V Festival Internacional Poesía Granada 2009