Saturday, October 29, 2011

La poesía del resentimiento




Por Mario Bojórquez
La poesía actual en lengua española participa de múltiples discursos que encarnan, en lo posible, la velocidad de los procesos tecnológicos al mismo tiempo que solventan una crisis de la identidad, pero esta poesía no contiene una estética definitiva, los esfuerzos por lograr una cierta uniformidad en el estilo o en los procedimientos se superponen, generando una mixtura de tendencias donde lo coloquial y lo conceptual, lo vanguardista y lo popular encuentran siempre cabida en el poema, por más que se discuta teóricamente la pertinencia de la experimentación y el riesgo o la recuperación de formas clásicas y algunos elementos de la cultura popular.
En este escenario, el singular hombre contemporáneo ha conseguido construir identidades paralelas a través de los recursos de la tecnología informática, interviene en la realidad convencional del universo cibernético transformado en un ser comunitario en sí mismo que se relaciona con otros seres igualmente diversos de aquellos que cuentan con un carnet de identificación personal. El solitario hombre contemporáneo comparte un perfil posible de lo que aspira a ser en la convención de aceptar los perfiles construidos por los demás y esas otras vidas paralelas terminan por configurar un rostro más apropiado al sueño del modesto ciudadano.
Es por esto que las tecnologías, especialmente aquellas vinculadas a la información, permiten al usuario conectarse con las comunidades de su interés de modo permanente; teniendo a mano los dispositivos electrónicos necesarios algunas personas viven realmente en el universo virtual, ahí se enamoran, comparten, opinan, construyen en la más completa libertad el modelo de ser al que aspiran. Estas comunidades virtuales intercambian bienes y servicios con una rapidez y seguridad nunca vista en tiempos pasados; en ocasiones, las multitudes de hombres virtuales exceden cualquier reunión imaginable y pueden generar opiniones que inciden en el comportamiento de los gobiernos o en el sistema financiero, hay quienes van cercenando las relaciones sociales de su entorno y generando vínculos aún más fuertes con los que comparten sus redes de amistad. Uno de estos sistemas, incluye la comunicación por medio de un número reducido de caracteres que permite redactar una frase instantánea que será seguida por una comunidad que podrá compartirla con otras comunidades de modo simultáneo y sincrónico.
Esta es la nueva manera de relacionarse de los seres humanos. La industria misma ahora depende de los vaivenes de un sistema global de comercio donde se ejercen presiones financieras que pueden llevar a la ruina inmediata a sectores económicos amplios pero que también pueden colocar cualquier producto en cualquier lugar en tiempo record. Las tierras agrícolas producen granos y hortalizas de especies desconocidas que serán comercializadas en lejanos países, los sistemas democráticos dependen cada día más de los imperativos económicos y la educación y la salud son motivos de discordia por la seguridad social.
¿Qué puede hacer la poesía ante la desolación, la incertidumbre? ¿Y para qué poetas en tiempos de incertidumbre, si los procesos tecnológicos se superponen a velocidades inimaginables, se colapsan los sistemas financieros, la identidad se desborda en la heterogeneidad del ser? Sin estéticas uniformes, la poesía contemporánea, trata de mostrar la vida de nuestros días en un inquietante devenir que se disuelve en fragmentación, reciclaje y tedio.
Desde la segunda mitad del siglo xx hasta el día de hoy, la narrativa y aún el ensayo se han beneficiado de los usos prosódicos del discurso poético, sin embargo, la poesía sólo ha conseguido un adelgazamiento de sus posibilidades sonoras. El uso de la prosa ha debilitado la capacidad de enunciación y eufonía. En general se identifica hoy como un signo de flaqueza el uso de periodos isosilábicos. No es pues, el tema de la forma lo que compete a nuestra literatura actual; emulando los procesos digitales, la poesía es el género de la literatura que mejor puede participar de las nuevas tecnologías, su ductilidad y precisión puede encarnar en el universo simbólico fácilmente, la modalidad sentenciosa de su estilo hace contener en pocas palabras sentidos superiores.
Uno de los grandes retos en la escritura poética propone construir con precarios elementos -las desgastadas palabras-, las nociones simbólicas y espirituales que permitan al hombre trascender su circunstancia concreta; construir, por medio de esos fragmentos de sentido, de esos escombros del lenguaje, fastuosos palacios de la imaginación, laberintos de exquisita ingeniería, soleados huertos de delicadas pomas.
La poesía de nuestro tiempo es fragmentaria y total, tanto como lo es la realidad que vive el hombre en estos días: el pensamiento reproduce procesos del desarrollo industrial; únicamente conoceremos una parte del todo, en la maquiladora sólo podremos armar un circuito del entramado digital de un auto, en un país lejano armarán el siguiente circuito, y en otro distante país, se encontrarán esas dos piezas y se ensamblarán sus destinos en un orden común.
Es una vía espiritual antes que formal, que no pretende ser la verdad última, están ahí diversos caminos de comprensión del mundo pero no quieren ser una fotografía, desean más bien reproducir estados de ánimo, conexiones anímicas con los espacios, la lengua, las costumbres.
No es objeto de la forma el que interesa a nuestro tiempo, existen maneras más relevantes y cómodas para la expresión de lo poético como lo entendemos aquí: el video, la multimedia o el performance, son opciones no desdeñables del ejercicio artístico, sin embargo consideramos que la poesía es hasta ahora el mejor modelo, el más concentrado, el más perfecto para la expresión cabal del pensamiento alto y de los sentimientos más profundos.
Esa escritura refleja de modo contundente la discontinuidad discursiva propia de objetos incompletos, de pensamientos derruidos en el espacio arquitecturado de la memoria, de altos sentimientos derribados por el paso del tiempo, por la corrosión de la costumbre, donde cada palabra colocada es ya el bagazo sin jugo de una realidad que no se atina a develar, la zafra final que recoge los detritos de nuestra plenitud desbrozada. Bebemos nuestro capuchino descafeinado, con leche deslactosada y lo endulzamos con un sustituto de la sacarosa.
La visión de la vida es fragmentaria y total, fragmentaria porque sólo puede reconocer jirones de la realidad, fragmentos incomprensibles del gran tejido de causas y de efectos que dan intensidad al mundo, y total porque de esa discontinua red de acontecimientos se puede generar un discurso sobre la vida, porque de esa fragmentada totalidad del mundo, podríamos, acaso, comprender, en parte, nuestro papel en el mundo real.
Así se muestra la tendencia escritural en nuestros días; los llamados desórdenes de atención en la adquisición de los primeros procesos cognitivos en los niños contemporáneos denotan esta nueva manera de percibir el mundo, el cerebro se ha habituado a mantener múltiples conductos de percepción, diversas líneas de diálogo inmediato: frente al ordenador una persona puede mantener tres o cuatro conversaciones digitales de muy distinta gradación emocional al mismo tiempo, en una triste, ya en otra exultante, en otra más perplejo, y en cada una de ellas ser eminentemente sincero; mientras estas tres o cuatro conversaciones tienen lugar, se mantiene una conversación telefónica, se envían varios mensajes por celular, se revisan los periódicos del día en sus versiones web, se descarga el archivo de una invitación a Cuenca, Ecuador, se redacta, finalmente, este texto.
Esta poesía actual camina por senderos que incluyen la perplejidad del pensamiento simultáneo, la velocidad del video digital, la desdoblada e infinita conectividad del hipervínculo. Aun no sabemos si es el camino correcto pero nos hemos propuesto intentarlo, la invitación es a que busquemos relacionar este modo nuevo de sentir y de pensar con lo que escribimos. Este es el tiempo del resentimiento, de un re-sentimiento, de un volver a sentir, de un sentir de nuevo. Nuestro compromiso no será, pues, con una posible forma de expresión, sino con un pensamiento que limite y excluya todo aquello que no es propio de lo que somos, ese pensamiento original encontrará sin duda su mejor manera de expresarse.
La palabra escombros nos remite inmediatamente a esta noción fragmentada del discurso poético actual, el hombre recoge pedazos de realidad para construir, reconstruir la totalidad de su ser íntegro, sabiendo, anticipadamente, que el arduo ejercicio de ensamblar los pequeños fragmentos para lograr una cierta identidad, no necesariamente nos darán el rostro pleno que nos confirme en la vida.
Esta precariedad del hombre contemporáneo que busca por medio de los residuos de su ser integral la recuperación de un orden que explique y justifique su existencia; provoca, suscita, el acto poético. Nunca como hoy nos sentimos partícipes parciales de un tiempo superior que nos rebasa y del cual sólo en ciertas condiciones se nos muestra a los ojos como una corriente discontinua, donde presenciamos, testigos atemorizados, la destrucción, deconstrucción de todos los valores que un día nos dieron el calificativo de seres humanos.
La escritura poética participa en el desarrollo de estéticas que ahora mismo están germinando y que muy pronto encontrarán caminos adecuados de divulgación, dando cuenta de los procesos industriales y de comercialización global, el mundo paralelo de la cibernética con sus placeres virtuales, la entronización de las migraciones con los sub-productos de insaculación metalingüística, el dinero de plástico y un capitalismo degradado que nos hace más una estadística que personas reales.
Los fragmentos que producen la impresión paradojal, el oxímoron afectivo; estos procedimientos de estilo logran en su tejido final, una textura barroca llena de sobresaltos, de protuberancias, de asimetrías, que nos permitirán, como lectores, presenciar la totalidad de esa fragmentación antedicha como una posibilidad de sentido pleno, es así como se logra la perfección de este discurso, encomiable esfuerzo estético no definitivo que a partir de segmentos desechables de la realidad discursiva alcanza precisión por contorno, ensamblaje e instalación que hace que los residuos del lenguaje, las palabras desprovistas ya de sentido, regresen desde los escombros a construir sentidos nuevos, nuevas disposiciones afectivas y conceptuales.
Además de todo esto, la palabra escombro, nos sugiere las diversas partículas de un todo ya desecho, de un remanente, una escoria, el cascajo residual de un edificio vasto, de un continente en ruinas, así la vida nuestra, así la vida vivida todos los días. De ahí que sea la poesía un vehículo que permita la reunión de aquello que alguna vez fue nuestro, que en la recopilación de estos fragmentos que un día fueron vida plena, podamos dar rostro, al menos provisionalmente, a nuestro ser desmembrado.
Cuáles serán las características más peculiares de esta poesía nueva, no lo sabemos, pero creemos que incluirán una nueva velocidad léxica, la exploración de un lenguaje desde derroteros metalingüísticos, la utilización de diversas lenguas multimodales, una elaboración cada vez más compleja del légamo sintáctico.
En otras literaturas y otras lenguas, se viven procesos similares al nuestro: la disputa entre una poesía del lenguaje, que logra su perfección y agota sus posibilidades en el uso de la lengua, y por otra parte, una literatura que busca repoblar el sentido en su discurso, que aspira profundamente a responder cuál es el sentido de la existencia; afortunadamente, en los mejores talentos, esta doble vía logra emulsionar desde la perfección técnica el riesgo expresivo con un sentido profundo que devela la circunstancia del hombre en el torbellino de la convulsa vida diaria.
Pienso todo esto en una pequeña capilla llamada Santa María Tonanzintla, en Puebla, México, aquí se reunieron los artesanos indígenas para construir una visión de su Paraíso con una ornamentación sustentada en el estilo llamado Barroco, colocaron ángeles morenos entre mazorcas y chiles, entre calabazas y piñas, asimilaron el discurso estético europeo y lo adecuaron a su particular comprensión del mundo. Es ese quizá el camino de la poesía en nuestra lengua hoy, asimilar y adecuar a nuestros usos la corriente vertiginosa de la vida globalizada, portar sentido, dar respuestas mínimas, pequeñas respuestas a las grandes preguntas, dar testimonio de nuestra vida en la tierra.

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