Discurso de recepción del Premio Alhambra de Poesía
Americana 2012
En
el año de la gracia de 1492, el imperio Nazarí fue abatido por los ejércitos
cristianos, perdiendo así el territorio de la antigua Elvira; ese mismo año
Cristobal Colón, tocó tierra firme al fin de una angustiosa navegación sin
saber que se había encontrado un nuevo continente; Antonio de Nebrija publicaba
por esos días la primera gramática del español. Con la caída de la Gran- anat,
“el lugar de los peregrinos”, se conformaba por fin, una idea de nación al
reunir las voluntades de Castilla y Aragón, esta nueva patria obtendría un
amplio territorio desconocido donde extender su poder y su lengua y unas reglas
mínimas para su ejecución exacta. A la bienaventurada sincronía de estos sucesos
debemos hoy la preeminente importancia del español; de más allá del mar océano
regresa por mi voz la poesía que no pudo cantar sino en galaico-portugués
Alfonso X, viene teñida con algo de Netzahualcoyotl y Tecayehuatzin, la
invisible presencia de Tloque Nahuaque, el dueño del cerca y del junto, Tonacatecutli,
el señor de nuestro sustento, el Ipalnemohuani, aquél por quien se vive. En la
hermosa ciudad donde ha nacido el espíritu más delicado de nuestro idioma,
Federico García Lorca, nos hemos reunido para celebrar la forma más elevada del
lenguaje humano, la poesía que representa a más de 400 millones de hablantes.
El continente de la lengua española se regocija en unos versos que han nacido
de una experiencia personal pero que encarnan de algún modo el testimonio del
hombre sobre la tierra. Este libro que hoy se premia y reconoce ha nacido de la
imposibilidad de que el hombre complete su deseo aún a su pesar, El deseo
postergado, aquello que deseábamos y que ha quedado para después, la procastinación,
el aplazamiento doloroso de nuestra voluntad, cumple hoy su ansiado destino en
el sitio más bello de nuestra poesía: la Alhambra, el lugar de todos los deseos
cumplidos. Muchas gracias.
Mario Bojórquez
La Alhambra, Granada 9 de mayo de 2012