llevas puñados de árboles en el viento de Orfeo
en los ojos menos grandes que el sol pero mucho más vírgenes
mañanas eternas y que llegan hasta París y hasta China
ese otro ojo azul de párpados de oro en el dedo
no sabrías sin el Niágaras a tu espalda de espuma
tampoco el sueño duro en que nada cabría como nada en el huevo
iba el sabio bajo la fábula y volvió la cabeza
nadie sino él mismo recogía las yerbas desdeñadas
así me lloro vacío lleno de mi pobreza como de sombra
O acabo de inventar la línea recta
todo el horizonte fracasa después de sus mil siglos de ensayos
el mar no te lo perdonará nunca ni Dionysos
recuerda aquella postura en que yo era tu tío y que ha eternizado
otra fotografía desenfocada por un temblor de tierra en la luna
Línea, Gilberto Owen, 1930.
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