Friday, September 05, 2008

Hedonismo e inquietud en Diván de Mouraria de Mario Bojórquez



Omar Alcántara Islas

Johann Wolfgang von Goethe fue uno de los primeros escritores occidentales en trascender en su acercamiento a la poesía oriental. Su poemario Diván de Oriente y Occidente (1819) fue fruto de su lectura de la poesía del poeta persa Hafiz. En la poesía en lengua española es Federico García Lorca el que más entrañablemente ha dejado registro de este acercamiento a la literatura árabe y persa con su libro Diván de Tamarit (1936). Y precisamente en esta misma tradición se ubica Diván de Mouraria de Mario Bojórquez (Sinaloa, 1968), un texto que sólo había sido publicado en una edición bilingüe en Portugal, en 1999, y que ahora edita la Universidad de Guanajuato.

Al igual que en el libro de García Lorca, el poemario se divide en dos partes: gacelas y casidas, ambas formas literarias provenientes de la métrica y poética árabe. Las primeras son composiciones breves en las cuales el amor es el tema principal, lo que no evita –ya lo había hecho Lorca, ahora Bojórquez-, que puedan expresar otros asuntos. Las casidas, por su parte, son composiciones más libres en cuanto a sus temas y más extensas en su composición. Con una estructura similar al de Diván de Tamarit en el número de sus poemas (el libro de Bojórquez tiene una gacela más, pero igual número de casidas), el poeta mexicano incursiona, desde su propia experiencia poética, en la lectura no sólo de Hafiz y Lorca, sino de Mouraria, este barrio de Lisboa en donde se confinará a los musulmanes después de la reconquista cristiana, y en donde algunos historiadores cuentan que inició el fado, ese canto doloroso de honda raigambre portuguesa que aún se puede escuchar en los barrios de esta ciudad, misma que, también –no hay que olvidarlo para entender mejor la poesía de Bojórquez-, es la ciudad de Fernando Pessoa, uno de los poetas más importantes de la literatura occidental.

El libro de Bojórquez, como lo anticipa Álvaro Solís en su presentación, tiene también la filiación de El deseo postergado, ese trabajo poético con el que el poeta sinaloense se hiciera merecedor del Premio de Poesía Aguascalientes en 2007. Esta misma postergación, a decir de Solís, es el tema del libro: postergación del amor, postergación del deseo o de la muerte.

Las gacelas presentadas tienen el valor de poder ser interpretadas en distintos niveles de lectura: se pueden interpretar como cantos que dialogan –como lo ha expresado Solís- con la tradición, como cantos que sugieren la presencia del animal designado con esta palabra en el español, o como cantos a la mujer. Y en esta última interpretación hay que tener presente el Cantar de los cantares (en donde la metáfora gacela-mujer es freecuente), para recordar que la poesía es, en algunas de sus mejores manifestaciones, la síntesis expresiva de las emociones humanas – sean árabes o judeocristianas-, así como el constante redescubrimiento de nuestro lenguaje y sus posibilidades rítmicas. He aquí la importancia del texto de Bojórquez: cosecha nuestros temas predilectos e incorpora otros; y mediante su musicalidad experimental provoca que muchos de sus versos tengan el sonido de una melodía pulida por los siglos.

En las gacelas están presentes el amor y su imposibilidad, pero también las alusiones eróticas y sexuales que –se podría sugerir como tema alterno- mediante la palabra, anulan toda imposibilidad. Sin embargo, no es en las gacelas, sino en las casidas- mediante la expresión del odio y de otras actitudes o emociones que generalmente se asocian a lo negativo- en donde el poeta alcanza su tensión más plena. Por ejemplo, su “Casida del odio”, que comienza con el verso “Todos tenemos una partícula de odio”, nos lleva en su reiteración no sólo a reflexionar en sus palabras, sino a encontrar una manifestación no sólo humana, sino incluso cósmica, de esa partícula de odio que se lleva dentro como gota que contamina la vida. Fatalidad que, valga el redundar, hace pensar en el poema “Lo fatal” de Rubén Darío, en alguno de los muchos poetas que es Pessoa, así como en música de fado en Mouraria. No obstante, esta misma fatalidad es una “devastación alegre” (“Casida del yo”) cuando uno se encuentra con poemas como los de Bojórquez. Ya entonces, habrá que agradecer al poeta la riqueza en su lenguaje, el erotismo en sus metáforas, la insistencia de sus versos y todo eso que hace posible su escritura.

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