Saturday, August 18, 2012

Discurso de recepción de la Ceremonia en que recibimos la Distinción Príncipe Tecayehuatzin de Huexotzinco




Del interior del cielo vienen las bellas flores, los bellos cantos. 
Los afea nuestro anhelo, nuestra inventiva los echa a perder. 
A no ser los del príncipe chichimeca Tecayehuatzin. 
¡Con los de él, alegraos!
Ayocuan Cuetzpaltzin
(tradución del nahuatl, Miguel León Portilla)


Huexotzinco o Huejotzingo como hoy se pronuncia, nos dicen que quiere decir el “Saucito”, un lugar fundado por las tribus olmecas-xicalancas hacia el siglo III de nuestra era, pero ya desde tiempos prehispánicos reconocido como un lugar de las artes y la fiesta. Se celebra aquí cada febrero un afamado carnaval anualmente, donde los habitantes salen a las calles vestidos de fiesta, con atuendos de colores brillantes y máscaras barbadas o de demonios y animales. Se reconoce en el país su calidad en la producción de bebidas de frutas, sidras y dulces deliciosos, célebre es su fiesta anual para comerciar estos productos de confección artesanal. 


En este lugar, hacia el año 1490, el príncipe y poeta Tecayehuatzin de Huexotzinco, convocó al primer encuentro de poetas en América con el propósito de discutir cuál era la razón superior de la vida del hombre sobre la tierra “in tlalticpac”, acudieron desde todos los puntos del Anáhuac o mundo conocido, los príncipes poetas Ayocuan Cuetzpaltzin de Tecamachalco, Aquiauhtzin de Ayapanco, Xicoténcatl de Tizatlan, Camazochitzin, Cuauhtecoztli, Motenehuatzin, Telpolóhuatl, Monencauhtzin, Xayacámach, Yaomanatzin, Micohuatzin, Ayocuatzin y Tlaplateuccitzin.



Reunidos bajo los ahuehuetes y después de haber fumado tabaco bizarro y bebido de la flor del cacao, instalados en cómodas esteras, iniciaron el diálogo que este día continuamos, ¿cuál es propósito de la existencia del hombre, hay algún sentido en vivir bajo la espesa sombra de lo que no sabemos, tiene algún valor nuestra permanencia en el mundo? No es difícil imaginar la perplejidad de aquellos hombres reunidos  en la amistad de la palabra que es canto. De pronto de entre ellos se escuchó la voz del poeta Tecayehuatzin, flor de los príncipes del Anahuac:

Ma cuel achic aya maoc ixquich cahuitl niquinnotlanehui in chalchiuhtin i
in maquitzin i in tepilhuan aya can nicxochimalina in tecpillotl huia çan ca 
nica nocuic yca ya noconylacatzoa a in huehuetitlan a ohuaya ohuaya.
Oc noncohuati nican huexotzinco y nitla’tohuani nitecaehuatzin huiya
chalchiuti çan quetzalitztin y niquincenquixtia in tepilhuan aya çan
nicxochimalina in tecpillotl huia ohuaya ohuaya

Que en traducción de don Miguel León-Portilla se lee:

Por un breve momento, 
por el tiempo que sea, 
he tomado en préstamo a los príncipes: 
ajorcas, piedras preciosas. 
Sólo con flores circundo a los nobles. 
Con mis cantos los reúno 
en el lugar de los atabales. 
Aquí en Huexotzinco he convocado esta reunión. 
Yo el señor Tecayehuatzin, 
he reunido a los príncipes: 
piedras preciosas, plumajes de quetzal. 
Sólo con flores circundo a los nobles.



El tiempo que su primer verso pedía se ha cumplido, mucho años después, más de 500 años, pero un breve tiempo para “aquel por quien se vive”, el Ipalnemohuani como también le llamó Netzahualcoyotl, Tecayehuatzin regresa en el canto que es flor a estos jardines para seguir recordándonos que “es verdadero el corazón de los amigos”.



LA CIERVA

I

La cierva ha extendido su muslo entre las ramas de copal
La cierva en brama
La cierva que conoce el ardor
                                                  las secreciones
La cierva abre las piernas
                                           los brazos
                                                              las caderas
y el puñal de obsidiana
                                       penetra en el hueco de la muerte

II

Cuántos ríos pasan por su cauce
Cuánta desolación hay en su grito
Cuánto dolor la inunda

III

La cierva se retuerce
como una garza de fina pluma
pero cada vez más adentro
                                            corre el puñal
y cada vez más afuera se queda el sonido del agua

IV

La cierva estira el cuello
                                         pichihuila
la ingle le revienta el calor y la fiebre
arquea el lomo
                          inclina la rodilla
y se abre más la falda y la camisa

V

La más hermosa cierva
                                      se defiende con patas
con mordiscos
                                       es feliz y no sabe
le duele pero quiere
                                       que no se acabe nunca


VI

Se recula y avanza
                                        es un baile de flores
de húmedos nenúfares y lirios
                                        es un baile con sonajas de huesos
con tambores de pieles aún vivas

VII

Sobre plumas y hierbas
el muslo desgarrado
                                  penetrado
                                                      roído
intenta sumirse en el último salto
flexiona
               cartílagos y nervios
en la punzada honda

VIII

Pero nada detiene el viento y el ardor
                                                              el curso en la saliva
el puñal que destroza la caverna infinita
el puñal que azota con látigos culebras
el puñal que coge la carne por lo blando
el puñal que inunda con su savia bermeja
el puñal que toma el templo que se incendia
el puñal que rasga la corva perfumada
es el puñal   su filo
                               la orilla de su sangre

IX

La cierva desposada florece en sus entrañas
Un rugido de pájaros le sube por las venas
                                                                       hasta rosar su cara

La cierva comedida
tiene piedras preciosas en sus ojos brillantes

La cierva se recuesta a los pies de la ceiba
y entona un alto canto que mueve las montañas

De MACEHUALIZTLI (1995)
Mario Bojórquez


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